YA NADA IMporta..

Y fui(mos) muy felices.

Y ahí estábamos, escribiendonos cartas como sí no tuviéramos otro modo de comunicarnos, llamandonos todos los días a casa, sufriendo por la angustia de no saber cuando nos volveríamos a ver, aunque, una cosa estaba clara, sería pronto.

Todo me parecía más triste, la realidad ha perdido color, se aparece casi en blanco y negro. Hay poca gente y todos dan la impresión de sentirse ofuscados. No hay nada que hacer, cuando algo se desvanece incluso la realidad pierde su belleza.

Se ve mi espalda que huele a lo lejos a gel de baño y a crema. Ese olor a coco que tanto le desagradaba. Una toalla húmeda y esa sensualidad que sale por la ventana entreabierta.

Despiertame a las 5 de la mañana. Acariciame como aquella noche.
Me toco la cara como sí fuera una princesa mientras toda la ciudad dormía. Yo le sonrío. Vi sus ojos en la penumbra, apenas se iluminan. Son grandes y profundos y preciosos.

¿Y la noche de estrellas fugaces?.
Abro los ojos y veo las estrellas. Veo pasar una luz por encima y me gustaría decir ahí está, mi estrella fugaz, y querría expresar mil deseos pese a que al final sólo tengo uno: él. Ha llegado el momento y no tengo necesidad de pedir nada. Mi deseo ya se ha cumplido. Soy feliz. Feliz. ¡Soy feliz! Y me encantaría poder gritarlo.

Solíamos ir a un restaurante chino, en el cual los únicos clientes éramos nosotros. Siempre pedíamos el mismo menú. Siempre hacíamos las mismas bromas. Aquel día, nos reíamos como locos, creo que dijo 'Veo mi nombre en los fideos'. Me quedé palida, lo decía tan en serio. Empecé a seguirle la corriente fingiendo tener un amigo imaginario sentado al lado. Él no podía parar de reír. Estaba llorando de la risa. Me suplicaba que parase pero yo no podía parar, amaba esa imagen, la grabe en mi cabeza.. Y yo ahora, escribiendo esto, sonrío y me pregunto el porque.

Una cosa estaba clara. Yo le defendía con mi vida sí era necesario. Nadie le cuidara como yo. Ni hara, ni soportará todo lo que yo un día soporte por estar juntos.
Y entendí, que ya no tenía él control sobre mí, porque tratandose de él, perdía la calma. Todo lo suyo era mío, todo lo mío era suyo.Sólo él podía calmarme.

Es tan previsible.

«Los finales felices son historias sin acabar»